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“Por qué volvías cada verano”

de Juli Suàrez.

Una historia de dolor transformada en luz
por Imen Mokred*

El cortometraje de ficción del director español Juli Suàrez, *Por qué volvías cada verano*, estrenado en 2024 e inspirado en una historia real en Latinoamérica, revela la tragedia íntima de una joven que sufrió acoso sexual e incesto a manos de su tío, un hombre protegido por su reputación de respetado policía en su ciudad. La película dura solo diecinueve minutos, pero lleva consigo el peso de toda una vida de silencio, culpa, rabia y despertar interior.

Comienza en una casa humilde y acogedora, cuyo ambiente parece prometer cercanía y unidad familiar. Pero esta calidez es solo una ilusión. La tensión comienza a aflorar cuando alguien se apodera de una pequeña fotografía enmarcada: una vieja imagen cargada de recuerdos que de repente se vuelven pesados, casi asfixiantes. Aquí es donde encontramos a la joven protagonista de la historia: un rostro marcado por la ira y la rebeldía, pero a menudo relegado a la periferia de la imagen, como si estuviera fuera del encuadre. La cámara la muestra como alguien siempre visto desde un único ángulo, una metáfora visual de su distanciamiento con el entorno, pero también consigo misma. La sentimos debatiéndose entre dos extremos, incapaz de encontrar el equilibrio, deslizándose de un borde emocional a otro sin alcanzar jamás un punto de equilibrio.
 
Este extremo persiste cuando intenta confrontar a su familia. No ignoran lo sucedido, pero optan por el silencio, prefiriendo encerrarse en la ilusión de paz: que el tiempo borrará la culpa, disipará la vergüenza social y calmará el miedo a enfrentarse a la autoridad. Algunos familiares muestran empatía, pero se mantienen firmes en su compromiso de mantener la calma, buscando acallar su ira en lugar de apoyarla. Otros la culpan por revelar el crimen, acusándola de romper la sagrada ilusión de la unidad familiar.

Es aquí, casi a mitad de la película, donde aparece el título, pronunciado como una acusación: "¿Por qué volvías cada verano?". Una frase que la impacta como si fuera la causa de la deshonra, como si hubiera profanado un templo familiar. Esta acusación evoca la figura de Medusa, transformada en monstruo y condenada por un crimen cometido contra ella. Medusa debía encarnar el horror, aunque solo fuera una víctima. Este paralelismo refuerza la representación que la película ofrece de una sociedad que castiga a quienes se atreven a exponer la violencia.

 


 

 

 

                                                                                                                        Medusa

 

Tras esta confrontación, comienza la segunda parte de la película, donde se despliega la transformación. La vemos cruzar un túnel oscuro, mientras sus gritos resuenan como un descenso ritual. Esta imagen marca el inicio de un viaje interior, el inicio de un cambio profundo. Evoca las palabras de Rumi*(1): «Ayer era inteligente, quería cambiar el mundo; hoy soy sabio y me estoy transformando».

Entre recuerdos del pasado y escenas de apoyo psicológico en el presente, comprende gradualmente que ella no es el problema. Se le anima a fortalecer su confianza, a afrontar su vida en solitario, a dejar de buscar la aprobación de una familia o una sociedad que no la protegió. En la consulta del psicólogo, se encuentra frente al espejo, rodeada de una suave luz blanca, con su imagen duplicada. Esta duplicación sugiere que finalmente está confrontando sus dos extremos, que está asumiendo la responsabilidad de ambas facetas de sí misma para encontrar su equilibrio y paz interior.
 
Hacia el final, la encontramos en su habitación tenuemente iluminada, escribiendo sus emociones, tanto oscuras como luminosas, dejando que todo se asiente en el papel. Su cuerpo permanece en calma, como si escribir fuera una liberación silenciosa. Y aquí aparece otra capa simbólica: el libro que escribe se convierte no solo en su refugio, sino también en la fuente misma de la película que vemos. Como si toda la historia del cortometraje fuera la propia creación de Lucía, su voz transformada en narrativa, su transformación en obra de arte. Este libro es un testimonio del "gran trabajo interior" que emprende, transformando el sufrimiento en sentido. Así, la película eleva su sanación personal a un gesto colectivo, ofreciendo a la sociedad un camino de esperanza, luz y justicia.

Este viaje final se desarrolla en una progresión a la vez mística y espiritual:

Primero, la fase oscura, la del túnel sombrío, inmersa en la materia prima, el dolor y la experiencia vivida; luego viene la fase blanca, la del despertar del alma y las emociones ante el espejo, en esta habitación blanca donde la claridad y la vulnerabilidad dialogan; Y finalmente, la fase roja, cuando aparece vestida de rojo, el color del amor, la rebelión y el poder. Este rojo se convierte en la imagen de la luz intelectual y espiritual, signo de una consciencia plenamente despierta. Al ocupar el centro de la pantalla, rompe definitivamente con el marco inicial que la marginaba. A partir de ahora, se muestra equilibrada, con los pies en la tierra, asertiva y en paz con su fuerza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

En la escena final, guía a dos mujeres de su familia hacia una dirección desconocida. Sus rostros cambian de alegría a vacilación. Ha vislumbrado a su tío, la fuente de su rabia interior y su inestabilidad pasada. Aun así, sigue adelante. Le pide a las dos mujeres que la dejen sola para confrontarlo. Y con una sola mirada firme, acompañada de una sonrisa discreta, disuelve el poder que él una vez ejerció. Él abandona el plano derrotado, no por la confrontación, sino porque ella ya no tiene miedo.

Entonces llega la imagen final: Lucía firmando su libro, junto a un plafón que revela su nombre. Lucía, la luz. La elección de este nombre por parte del director da pleno sentido al viaje que acabamos de presenciar. Su historia se convierte en un camino de iluminación: una travesía de la oscuridad, un paso a través de la claridad del alma y una llegada al rojo del espíritu despierto. Transforma el dolor en conocimiento, el conocimiento en coraje y el coraje en luz. Esto recuerda las palabras de Rumi: cuando no encontramos la luz a nuestro alrededor, tal vez deberíamos mirar una segunda vez, porque puede ser que la luz esté dentro de nosotros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
Los colores, el túnel, el espejo, el encuadre centrado, el vestido rojo y, finalmente, el libro: todas estas imágenes representan las etapas de su transformación y reflejan también el camino de una sociedad que intenta despertar de la autoridad opresora. El silencio de la película refuerza esta idea: primero, el silencio del miedo y la prohibición, luego, el silencio de la serenidad, la claridad y el renacimiento.

La película de Suàrez es una exploración sutil pero intensa de la resiliencia. A través del recorrido de Lucía y la creación de su propio libro, muestra cómo afrontar el dolor, en lugar de ocultarlo, puede iluminar caminos individuales y colectivos hacia la justicia, el despertar y la larga búsqueda de la paz interior.

Imen Mokred

Imen Mokred es una artista visual yemení-tunecina cuya obra se mueve con fluidez entre la pintura, el movimiento, la escritura, la fotografía y la imaginería simbólica. Se describe a sí misma como una "traductora de arte", una artista que recibe visiones, emociones e ideas del mundo que la rodea y las transforma en expresiones visuales o performativas. Al negarse a confinar su creatividad a un solo medio o estilo, deja que cada obra surja en la forma que naturalmente elige, ya sea a través de un gesto de danza, una figura pintada, un poema o un momento capturado. Basada en una temprana práctica autodidacta, desarrolló un lenguaje personal moldeado por la mitología, la psicología, la imaginación, el misticismo y el pensamiento esotérico. Su obra fusiona el surrealismo, el simbolismo y las influencias del art nouveau, tejiendo paisajes interiores íntimos en reflexiones universales. El cuerpo femenino desempeña un papel central en su imaginería, a veces como su propio cuerpo utilizado como arte vivo, a veces como figuras dentro de sus pinturas. Para ella, es una alegoría de la humanidad, la creación y el alma. A través de la forma femenina, busca expresar emociones y preguntas que pertenecen a todas las personas, más allá del género o la identidad. A menudo dice que si todas sus obras compartieran un nombre, este sería «Alma Gemela», como el espacio donde cada alma puede reconocerse a sí misma.

(1) Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī fue un célebre poeta musulmán persa,erudito islámico, alfaquí hanafí, teólogo maturidí y místico sufí que nació el 30 de septiembre de 1207 en Balj, en la actual Afganistán (entonces parte de la provincia del Gran Jorasán de Persia) y murió en Konya (entonces parte del Sultanato de Rüm, de la dinastía de los turcos selyúcidas), el 17 de diciembre de 1273, razón por la cual se conmemora cada año el fallecimiento de este ilustre pensador y místico sufí del Islam en dicha ciudad de la Anatolia turca. También es más conocido popularmente como Rumí, que significa «originario de la Anatolia romana» ya que la Anatolia era denominada por los turcos selyúcidas como la «tierra de Rum (los romanos)», en referencia al Imperio romano de oriente más conocido como Imperio bizantino.​​

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